Obras en duelo
El 30 de agosto de 2023, en el marco del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, se inauguró Obras en duelo en la Universidad Pedagógica Nacional, exposición que reunió por primera vez a Río Abajo, Sudarios y Relicarios, más de 20 años de trabajo superpuestos en un mismo espacio. Allí permanecieron expuestas hasta el 6 de octubre del mismo año, tiempo en el que pude acompañar una visita guiada por mi obra, y se llevaron a cabo varios conversatorios dentro de una programación académica que giró en torno al duelo, la violencia y el arte, en los cuales participaron Juan Pablo Aranguren, María Emma Wills, David Martínez, Lucía González, Fernando González Santos, Alejandro Álvarez, Martha Nubia Bello, Alba Lucía Cruz, Mireya González, Piedad Bonett, Tatiana Duplat, Mario Jursich, Felipe Urrego Andrés, Keyla Díaz, Martha Cecilia Herrera, Laura López Duplat, Vladimir Olaya y Paola Acosta Sierra.
Hoy, quiero compartir con ustedes las palabras que hace un año me permitieron reflexionar sobre la sacralidad de los espacios de duelo, para los dolientes de la desaparición forzada.
¿Qué define la sacralidad de un espacio? ¿Qué define a un campo santo? ¿La presencia de Dios? ¿La reverencia de los mortales? ¿Alguna autoridad espiritual? Quizá, ¿la presencia de la muerte?
Siempre he considerado que por el breve tiempo en que Río Abajo, Sudarios y Relicarios han estado expuestas, y en la interacción con los dolientes y observadores, estas obras adquieren o confieren al espacio que habitan un carácter sagrado. Creo que las obras suscitan dicha reverencia, esa actitud ceremoniosa, dicho respeto y contemplación dedicada, porque versan sobre la vida y de la muerte, porque se ubican en ese umbral; al final, los espacios sagrados son aquellos que se consideran como puentes entre lo terrenal y lo trascendente, entre lo perecedero y lo eterno. Y tal vez, el momento cumbre en el que nos paramos en ese umbral es en la intimidad y vitalidad del duelo.
Hoy, en el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, ese duelo tiene una connotación diferente al duelo natural, porque, en estos casos, las pérdidas están asociadas a una violencia brutal, y a la imposibilidad de transferir, con certeza y de manera definitiva, la memoria de aquellos seres amados a lo eterno.
Es por ello que hoy, 30 de agosto, los invito a transitar estas obras sabiendo que, para los dolientes, ellas han sido campos santos, templos, santuarios, en los que han derramado sus ruegos, oraciones, lamentos y ofrendas de amor. Podemos pensar y vivenciar lo sagrado por fuera del recinto religioso, así como es posible manifestar arte por fuera del museo, sin que estos lugares definan la esencia misma de estas categorías.
Agradezco, siempre, a mis propios ausentes: a Carlos Alberto González, mi maestro en el arduo mundo del arte. A Guillermo León Diettes, mi padre, cuya alma serena me custodia y a Nadis Milena Londoño, maestra de la vida quien me acompañó y enseñó la importancia del apoyo psicosocial a los dolientes y víctimas del conflicto armado en mi trabajo.
Por supuesto, también doy gracias a los presentes: a María Adelaida Bohórquez por su infinita capacidad de apoyo; y a los dolientes que han participado de mis obras por su generosidad, por su bondad, por su fortaleza.
No quisiera terminar sin recordarle a los estudiantes la ilusión por sus futuros profesionales, lo que no es cosa menor, pues son ustedes los formadores de las nuevas conciencias en el país. A los profesionales de mañana les deseo una vida plena, creativa y alegre.