La piel que no vemos
Una de las vivencias más bellas que me dejó el 2023 fue compartir con Yago, un caballo zaino que me mira con bondad y mi corazón galopa en sus pasos. Sin embargo, él también me ha enseñado sobre el dolor. Aprendiendo cómo montarlo me caí y me fracturé el hombro y sentí un dolor intenso que, en su momento, fue aliviado con dipirona y tramadol. Mi cuerpo, en movimientos desprevenidos, aún evoca bruscamente aquel aguijón. Es difícil medir el dolor. Te preguntan, en una escala de 1 a 10 cuánto es su dolor y no sabes qué decir, porque no sabes cuánto será 10 para la otra persona, comparas con otros dolores sufridos y tal vez, ese no sea más alto que vayas a experimentar en la vida. No estás seguro que el otro interprete bien la magnitud de tu dolencia. La recuperación es lenta, y tu cuerpo no logra volver a ser el mismo, aunque sana. Eso con los dolores físicos. Con las heridas emocionales nos complicamos aún más.
Las heridas emocionales a veces parecen pertenecer al mundo de las ideas, etéreas, parecen alejarse del mundo tangible y, así, se escapan a cualquier tipo de manejo, tratamiento o cura. No sabemos donde se abren y parecen rasgar una piel que no vemos. Ello nos hace concebirlas casi como heridas imaginarias, y, por tanto, a considerar los daños irreales, inexistentes.
Sin embargo, si una herida emocional afecta nuestro cerebro, lo modifica, es real y también física. Solo que nuestras manos son muy grandes para tocarla, para acceder a ella. Las palabras también son físicas. Son sonido. Tal vez, ellas tienen el tamaño adecuado para alcanzar las heridas del alma. También las imágenes, y la música.
Esta dicotomía entre heridas emocionales y físicas nos arroja a la eterna batalla entre el alma y el cuerpo, la materia y las ideas, ¿cuál es el más real?
Tal vez el dolor no se pueda dividir, tal vez fluctúa entre ambos mundos convirtiendo lo lacerante del alma en dolores físicos, y los malestares físicos en aflicciones del alma. Tal vez existe un solo dolor.
Recuperar es volver a conseguir algo que se había perdido. Recuperarse es, quizá, conseguirse a sí mismo, a pesar del dolor. Quizá el duelo sea, entonces, recuperar el otro que aún permanece en mí mismo, a pesar del sufrimiento. Y así, la agonía cede un poco ante lo poco recuperado. Y todo esto es también físico, tangible y real. Muy real. Tal vez no haya algo tan real como el dolor, aunque su naturalidad no justifica todos los dolores existentes. Hay unos que hubieran podido no ser, y como son, sin remedio, son más punzantes aún.
No demos paso a este año que empieza sin esperanza, y que la gratitud siga siendo el llamado más memorable de estas fiestas. Lo bello de fin de año es esa conciencia popular de los ciclos. La necesidad de establecer un fin y un nuevo comienzo. Mientras los dolores atraviesan las décadas, a veces pianísimos, a veces fortísimos, y a veces en silencio, que cada cierto tiempo podamos renacer es algo que agradezco profundamente.
2023 un año frágil, de cuidado, de aprendizaje y fortaleza. Suave cuidándome y cuidando a mis amores. Un año que me deja un caballo zaino hermoso, mi Yago del alma. Bellas e importantes exposiciones y sobre todo y pese a todo CALMA EN EL ALMA. A todos quienes me acompañaron de cerca infinitas gracias.
Río Abajo en la Universidad del Quindío, Armenia en una exposición con la JEP, Colombia.
Conversatorio con la JEP, en el cual tuve la maravillosa experiencia de dialogar con uno de mis escritores favoritos, Ricardo Silva, de quien les comparto el siguiente artículo: Noviolencia.
Exposición Obras en duelo en la Universidad Pedagógica. Por primera vez se expusieron Río Abajo, Sudarios y Relicarios juntas en un mismo espacio. Muchas gracias a cada uno de los 4500 visitantes que visitaron las obras y a quienes me acompañaron en los recorridos guiados.
Conversatorio en el marco de la exposición Obras en duelo, con Piedad Bonnett, Tatiana Duplat y Mario Jursich como moderador.
Río Abajo en Colombia: El maíz, el río y la tumba, en el Museo de las Américas, Denver; una exposición, curada por Alex Brahim, que buscó poner de relieve la interconexión entre las personas y la naturaleza, así como las contradicciones de esa conexión. Para ello presentó trece artistas y dos colectivos de artistas: Antonio Caro, Jorge Vaca Forero, Santiago Vélez, Wilmer Useche, Carlos Uribe, Nadia Granados, Sebastián Sánchez, Yosman Botero, Carmenza Estrada, Fernando Arias, Samir Quintero, Víctor Muñoz, Colectivo Antónima, 5ta con 5ta Crew, y mi persona. Esta exposición fue distinguida por The Denver Post como una de las mejores de 2023 (leer aquí).
Además, Río Abajo hará parte de la colección permanente del Museo de las Américas, Denver.
Se publicó el libro Staging Difficult Pasts, el cual lleva como portada una fotografía de la serie Río Abajo, y en el cual Vikki Bell dedica un capítulo a un acercamiento maravilloso sobre mi obra en proceso Oratorio. Lo pueden leer aquí.
Gracias Andrea Jaramillo del periódico @elespectador por este bello artículo.
Gracias Diego Garzón por este artículo sobre mi estudio en Bogotá , Gracias Esteban Vega por las bellas fotografías .
Gracias a la economista y biógrafa Isa López Giraldo por este acercamiento a mi vida y obra en Memorias Conversadas, Historias de vida.
Algunos otros conversatorios.
Oratorio, obra en proceso. Pruebas in situ.
Gracias 2023 y bienvenido 2024.